jueves, 12 de agosto de 2021

#HistorietasPsicológicas - El pastorcillo mentiroso



EL PASTORCILLO MENTIROSO


Pasaban los días tediosos. Era verano y el sol calentaba sin piedad durante largas horas. El pastorcillo, que rondaría los 13 años, cuidaba de un rebaño de ovejas con su fiel perro Yaku. Mientras el ganado se refrescaba en las charcas que iban visitando para saciar su sed, el pastorcillo se imaginaba batallas legendarias en las que él con su coraza y armadura a lomos de un elegante corcel vencía a enemigos por doquier alcanzando fama y leyenda. Era un niño inquieto e imaginativo y la monotonía del pastoreo le producía un aburrimiento extremo.

Eran todos los días iguales. Las tareas del pastorcillo comenzaban al alba cuando salía con su rebaño para aprovechar las primeras horas en las que el sol aún no abrasaba. Sobre el mediodía solía buscar las charcas que rodeaban el corral donde dormían las ovejas. Y las tardes las pasaba en algunas zonas de sombra donde el ganado podía refugiarse de los rigores de la época estival. Yaku acostumbrado a la rutina diaria era un buen ayudante de su amo, al que le permitía largos ratos de ensimismamiento y recreación en sus aventuras imaginarias.

Un buen día al pastorcillo, con el fin de entretenerse un poco y romper su monotonía, se le ocurrió la idea de ir al pueblo más cercano pidiendo auxilio por el ataque del lobo a sus ovejas. Y así lo hizo. Ese mismo día se presentó en la aldea gritando, como alma que lleva el diablo, que el lobo estaba destrozando su ganado. Rápidamente los jóvenes más audaces del lugar salieron unos con puñales de mano y otros con horcas a socorrer el rebaño del pastorcillo. Éste que se había adelantado, y colocándose en lo alto de una colina, comenzó a reírse cuando empezaron a llegar los aguerridos jóvenes con la respiración entrecortada y sus armas dispuestas para luchar contra los lobos. No entendían nada. El rebaño pastaba plácidamente y ante las carcajadas del pastorcillo entendieron que se trataba de una broma de mal gusto. Increpando e insultando al joven pastor se retiraron de nuevo a su poblado murmurando y maldiciendo la broma que les había gastado el chaval.

No había pasado un mes cuando volvió a engañarles con la misma broma. Y al volver los jóvenes malhumorados uno de ellos le dijo: —te arrepentirás pequeño, el día que tengas problemas con los lobos, nadie te creerá y perderás tu rebaño. El pastorcillo entre sus sonoras carcajadas no llegó a escuchar la advertencia.

Y llegó el día en el que una manada de lobos visitó el rebaño del joven pastor. Con la cara blanca y el rostro desencajado bajó al pueblo a pedir desesperadamente ayuda. Nadie le hizo caso y uno de los jóvenes del pueblo le dio un empujón recordándole agriamente las dos veces que los había engañado y mofado de ellos. Cuando después de un rato de súplicas del pastorcillo, vió que no tenía nada que hacer volvió al campo donde había dejado el rebaño encontrando un panorama desolador. Yaku, que había luchado bravamente ante los lobos, yacía muerto en el suelo con el cuello ensangrentado. Por la ladera había varias ovejas muertas con el vientre abierto y el resto desperdigadas por la infinitud del bosque. Había perdido todo el rebaño. El pastorcillo acurrucado encima de una piedra lloraba amargamente su suerte reprochando la poca solidaridad de las gentes del pueblo que, según él, le habían dejado abandonado ante el ataque de los lobos. No había entendido nada…

Historia basada en la fábula de Esopo.


Las reglas del juego


El aprendizaje por consecuencias o condicionamiento operante fue investigado científicamente por el psicólogo conductista B.F. Skinner a partir de la década de los 30 del siglo pasado. Skinner realizó gran parte de sus investigaciones sobre la conducta humana a través del aprendizaje animal con instrumentos como su famosa “caja de Skinner”.

B.F. Skinner junto a sus cajas de experimentación de la conducta animal.

 
En líneas generales las conductas que van seguidas de una consecuencia positiva (refuerzo positivo) son mantenidas en el tiempo, incluso una vez desaparecido este reforzador al convertirse en un hábito. Y las conductas que no tienen consecuencias o las consecuencias son negativas tienden a desaparecer y extinguirse.

Skinner nos indica que las conductas son controladas por las consecuencias que se derivan de dichas conductas (o simplemente por estar asociadas temporalmente). Con este psicólogo conductista se inicia el paradigma del análisis funcional de la conducta con múltiples aplicaciones en la educación, la terapia psicológica, la organización del trabajo, etc.

No cuentan mucho nuestras advertencias verbales si no van seguidas de consecuencias reales. Y más contraproducente es anunciar consecuencias sobre determinados comportamientos y después que no aparezcan estas consecuencias.


Nuestros pastorcillos mentirosos


Muchas veces en la educación de nuestros hijos o en nuestras relaciones sociales y laborales advertimos cosas que pasarán ante determinadas circunstancias que luego no ocurren. Amenazamos y no ejecutamos con la esperanza de que la persona reaccione ante la posibilidad real de que cumplamos lo que decimos. Sin embargo, si varias veces hemos advertido pero no cumplido nuestra palabra nos pasará lo mismo que le ocurrió al pastorcillo mentiroso: que las personas no nos harán caso por mucho que roguemos o amenacemos en otras ocasiones.

Como estamos observando, si nuestras palabras no van acompañadas de las consecuencias (buenas o malas) advertidas, nuestra credibilidad se reducirá drásticamente. Sin embargo, si desde el principio guardamos una coherencia entre nuestras palabras y nuestros actos rápidamente nuestra palabra obtendrá mucha credibilidad y no hará falta en muchas ocasiones pasar a las consecuencias.

Ejemplo 1

Niños saltando en el sofá de casa. Su padre les castiga diciendo que no volverán a tener la tablet hasta la semana siguiente. Esa misma noche ante la insistencia de los niños, el padre les vuelve a dejar la tablet con la “advertencia” que la próxima vez “cumplirá” su palabra. Al día siguiente los niños estaban saltando de nuevo en el sofá…

Ejemplo 2

El director de una fábrica felicita a sus trabajadores por el buen rendimiento conseguido durante el último mes y les anuncia que seguramente para la próxima nómina tendrán una bonificación. Llega la nómina y finalmente el suplemento salarial no aparece, lo que provoca la decepción y enfado de los trabajadores.

Pasados unos meses surge un pico de trabajo en la fábrica, ante el cual el director propone a los trabajadores un incremento de la producción con la promesa de una bonificación salarial en la próxima nómina, lo que provoca la incredulidad de la plantilla y el rechazo a realizar horas extras en el trabajo.


Conclusiones: nuestra palabra debe ser ley


Como podemos observar, tanto para las advertencias malas como para las promesas positivas, si nuestras palabras están en disonancia con las conductas que realizamos finalmente perderemos nuestra credibilidad y las personas no nos harán caso e ignorarán nuestras amenazas o nuestras promesas. Por lo tanto nuestra palabra, si queremos unas relaciones sociales adaptativas y positivas, tiene que cumplirse cueste lo que cueste. Si queremos ser creíbles debemos cumplir todo lo que digamos. Por lo tanto no prometas ni amenaces con algo que luego no vayas a cumplir. Es mucho mejor callarse y pensar antes de advertir algo que sabemos que no podemos o no tenemos ganas de cumplir. Nuestra palabra debe ser ley.

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