lunes, 18 de noviembre de 2024

#HistorietasPsicológicas - Julen y las judías verdes

Julen recién nacido en brazos de su madre Carmen, junto a su padre Ernesto.


Julen y las judías verdes


Fue un bebé precioso. Julen despertó al mundo una mañana de enero. Su madre, aún convaleciente del parto, pudo dar el pecho con normalidad a su retoño que, hambriento de leche y cariño, miraba con sus ojillos la habitación del hospital donde pasó los primeros días de vida junto a sus padres.

Julen era un primogénito muy deseado. Sus padres, Carmen y Ernesto, estaban pletóricos con la nueva incorporación de la familia. «El primero de tres», decían los padres entre risas. Y así fueron pasando los primeros meses de vida del niño, en un hogar amoroso, con todas las atenciones que un bebé necesita.

Los padres de Julen acostumbraron a su hijo a unas rutinas que consistían en comer y dormir normalmente a las mismas horas y en el mismo sitio. Algunos fines de semana había algún cambio, pero la mayor parte del tiempo hacían siempre los mismo a las mismas horas y en los mismos sitios. Poco a poco Julen se fue haciendo mayor y empezó a andar y a decir algunas palabras con la consiguiente atención de padres y abuelos. Se veía que era un niño feliz, aprendía con rapidez y cada día sorprendía a sus padres con nuevas palabras y habilidades motrices. Se portaba muy bien, cosa que sorprendía a abuelos y amigos de sus padres. Y Carmen siempre decía lo mismo: «Primero lo que cuesta y después lo que gusta». Algunos no entendían muy bien lo que quería decir, a lo que ella respondía con una sonrisa burlona: «Los coches no andan sin gasolina…»

La madre tenía intuición para la educación y había acostumbrado a su hijo a hacer las cosas que no le gustaban primero y después lo que le gustaba. Así, con la comida, siempre le ponía antes los alimentos que menos le gustaban y nunca se saltaba un plato. Esto hizo que un día Julen comiera judías verdes para merendar, no hizo falta más veces para que el niño entendiera que su madre no iba a doblar el brazo. La cuestión es que hubo un día que Julen no quería las judías verdes que su madre le había preparado, esperando que le pusiera el segundo plato. Pero no hubo segundo plato y Carmen le dijo con pena: «Lo siento cariño, entonces dejamos las judías para merendar». Julen que ya se había olvidado de lo que había pasado en la comida, pero no del hambre que tenía, esperaba su bocadillo de crema de cacao como todas las tardes. Y cuando vio a su madre con las judías, se volvió loco y cogió un buen berrinche, pero tenía tanta hambre que se comió las judías para que su madre le diera su bocata. No le hizo falta comprobar más veces que su madre decía las cosas en serio, era muy cariñosa, sí, pero no confundía el cariño hacia su hijo con lo que ella consideraba correcto.


Las verduras, y especialmente las judías verdes, no eran el plano preferido de Julen.


Los padres de Julen, de manera intuitiva, hacían que siempre después de una conducta que le costara hacer al niño apareciera después algo que le gustara. Así, cuando llegaba a casa del colegio tenía que lavarse las manos y dejar las cosas (mochila, chaqueta, etc…) en la habitación y después ya podía comer. En la comida lo menos apetecible siempre iba antes y para acabar lo que más le gustaba. Algunos días su madre empezaba con la fruta, que se le resistía un poco a Julen, y no le quedaba otra que comérsela para seguir con lo demás… Después de comer se tenía que cepillar los dientes y a continuación podía ver un ratito la tele con sus padres. Por las tardes salía al parque con su padre a jugar con los amigos y cuando volvía a casa sabía que le tocaba ordenar su habitación antes de cenar. Su madre le ayudaba a poner las cosas en orden mientras su padre hacía la cena. En la cena, igual que en la comida, el plan era el mismo, primero los alimentos que menos gustaban a Julen y después los más deliciosos. La rutina seguía con el cepillado de dientes y después a la cama con papá o mamá que leían algún cuento o contaban cómo les había ido el día. Y a las 21:30 Julen sabía que tenía que estar en la cama con la luz apagada para dormir hasta el día siguiente…

No había gritos en casa, ni amenazas. Todos sabían lo que iba a pasar y no había malentendidos. Lo que sí había eran muchos besos y abrazos. Como es normal muchos días a Julen se le «olvidaba» cepillarse los dientes, lavarse las manos u ordenar su habitación. Pero sus padres cariñosamente le acompañaban y ayudaban a realizar estas tareas, porque entendían que entre cepillarse los dientes y ver la tele la elección estaba clara.

Ya tenía tres años y medio cuando una noche, los dos padres le acompañaron a la cama para estar con él antes de dormir. Julen se extrañó, porque normalmente sólo estaba con uno. Le querían decir una noticia. Pronto podría jugar con una nueva hermanita. Y Julen se durmió pensando en la cantidad de cosas que le tenía que contar a su nueva hermana…


Las reglas del juego


Vamos a explicar los dos tipos de aprendizaje que se utilizan en esta historieta. Por un lado, el aprendizaje por asociación o condicionamiento clásico, estudiado por el fisiólogo Iván Pávlov a finales del siglo XIX con sus famosos experimentos con perros sobre los reflejos condicionados. Por otro lado, el aprendizaje por consecuencias o condicionamiento operante investigado científicamente por el psicólogo conductista B.F. Skinner a partir de la década de los 30 del siglo pasado. Skinner realizó gran parte de sus investigaciones sobre la conducta humana a través del aprendizaje animal con instrumentos como su famosa «caja de Skinner».

El aprendizaje por asociación o condicionamiento clásico, investigado por Pávlov, nos enseña que cuando asociamos repetidamente dos estímulos, con el paso del tiempo la aparición de solamente uno de ellos provoca la respuesta que inicialmente producía el otro. Pávlov presentó repetidamente a un perro un plato de comida y al mismo tiempo el sonido de una campana. Pasado un tiempo al sonar la campana, sin la presencia de comida, el perro salivaba. La comida y el sonido de la campana se habían asociado.

Por otra parte, el aprendizaje por consecuencias o condicionamiento operante nos enseña que las conductas que van seguidas de una consecuencia positiva (refuerzo positivo) son mantenidas en el tiempo, incluso una vez desaparecido este reforzador al convertirse en un hábito. Y las conductas que no tienen consecuencias o las consecuencias son negativas (castigo) tienden a desaparecer y extinguirse.

Skinner en sus investigaciones nos demuestra que las conductas son controladas por las consecuencias que se derivan de estas. Por lo tanto las conductas no son azarosas, ni caprichosas, estas son controladas por los efectos que tienen una vez producidas.

Conductas de baja probabilidad, si son reforzadas convenientemente, aumentarán. Y conductas de alta probabilidad, si producen consecuencias negativas, disminuirán su probabilidad. Siempre que haya una consistencia en la emisión de las consecuencias en ambos casos.


Volvamos con Julen


Los padres de Julen hicieron varias cosas bien.

En primer lugar, entender que son muy importantes las rutinas y la previsibilidad. El que ocurra siempre lo mismo ayuda a hacer el mundo predecible, especialmente para un bebé que se enfrenta a un mundo desconocido y aleatorio para él. Los aprendizajes basados en la asociación (condicionamiento clásico) son muy útiles y sencillos para dar seguridad al bebé. El dormir siempre en el mismo sitio y a la misma hora asocia la conducta de sueño con estímulos como cuna, osito, cantar una nana, etc. y facilita que el niño entienda que es el momento de dormir. Con respecto a la hora de comer sucede lo mismo. Si siempre come en el mismo sitio, en la misma silla, a las mismas horas, con su babero favorito y los mismos cubiertos, rápidamente asociará todos esos elementos con la hora de la comida, lo que facilitará esta conducta. Con la hora del baño también es importante que el bebé lo asocie con los mismos elementos, la misma bañera, el mismo patito, el mismo lugar, etc. Todas estas rutinas hacen que el niño se sienta más seguro y tranquilo, entendiendo que el mundo en el que acaba de aterrizar es un lugar estable y armonioso.

En segundo lugar, los padres de Julen utilizaron la estrategia por excelencia en educación y en muchas facetas de nuestra vida (aprendizaje por consecuencias o condicionamiento operante). Utilizaron refuerzos naturales para incrementar las conductas más difíciles y costosas de realizar. Los refuerzos naturales son muy prácticos porque no tenemos que estar buscando refuerzos extraordinarios para consolidar las conductas más habituales. Y, además, también entendieron la importancia de la consistencia en las normas y en la aplicación de los refuerzos. Conductas de baja probabilidad como cepillarse los dientes, ordenar la habitación o comer verduras, eran reforzados siempre por reforzadores habituales como ver la tele o comer comida agradable. Y Julen solamente podía acceder a estos reforzadores realizando las conductas de baja probabilidad. Un hito importante en la educación de Julen, fue que cuando Carmen pasó las verduras a la merienda. Por mucha rabieta que cogiera Julen, entendió que su madre no amenazaba sin cumplir su palabra. Y cuando esto se hace una vez, normalmente no hace falta hacerlo más. Por eso es importante ser constantes y consecuentes, porque nos ahorran muchos castigos inútiles y broncas innecesarias a largo plazo.

Por último, y no menos importante, el cariño, las caricias y los besos en grandes cantidades hacen que la relación con nuestros hijos sea robusta y un almohadón psicológico para evitar que la relación se resienta cuando tenemos que aplicar consecuencias negativas.


Conclusiones


En la educación es importante entender que el ser humano tiene la potencialidad de convertirse en un ser de excelencia, siempre que las condiciones ambientales y las consecuencias le lleven hacia esa excelencia. El «dejar hacer», sin poner límites claros ni normas, hace que el ser humano pierda gran parte de sus posibilidades y potencialidades. Somos un diamante en bruto, pero tenemos que pulirnos para alcanzar la belleza de un diamante trabajado. El «dejar hacer» y esperar que el niño se dé cuenta por sí mismo de lo que está bien o mal es uno de los mayores errores educativos.




La estrategia de hacer siempre primero lo que nos cuesta y después lo que nos gusta, es una de las mejores tácticas que podemos utilizar en la vida. Si nos dan lo que queremos antes de lo que tenemos que hacer, la motivación baja y las conductas que nos cuestan finalmente no las hacemos. Si nos pagaran el sueldo antes de ir a trabajar, posiblemente no iríamos; si adelgazáramos sin hacer dieta, ¿quién haría dieta?; si estuviéramos en forma sin ir al gimnasio, ¿quién haría ejercicio? Por lo tanto, si nos comemos primero un pastel y nos saciamos, no esperemos que después alguien se coma la verdura. Si le decimos a nuestro hijo que tiene que recoger la habitación y después podrá jugar a la Play, pero juega y no la recoge, ¿qué niño recogería la habitación? Ninguno.

Lo dicho: Primero lo que cuesta y después lo que gusta.

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