viernes, 10 de febrero de 2023

#HistorietasPsicológicas - Paco, el camaleón


Paco, el camaleón


Paco, el camaleón, podía camuflarse y mimetizarse con todos los colores del arcoíris. Podía pasar desde el azul intenso del cielo hasta el verde de las selvas más profundas, pasando por el rojo saturado de la sangre o amarillo brillante del sol. Y de ahí, cualquier otra combinación de colores que podamos imaginar: marrones, morados, anaranjados, rosados, etc., etc.

Cuando visitaba a sus amigas las plantas, estas, como no podía ser de otra manera, hablaban y pensaban de cosas de plantas. Y Paco se iba tiñendo poco a poco de color verde intenso… no quería desentonar. Y aunque pensaba que algunas cosas no eran tan verdes como pintaban las plantas, se dejaba llevar por aquel discurso verdino.

Otras veces estaba con sus amigos elefantes y todo pintaba gris… No es que fueran pesimistas, solamente que su piel grisácea, junto al polvo que iban levantando cuando sus enormes patas golpeaban el suelo, les hacía adquirir esa tonalidad terrosa que prácticamente los invisibilizaba en las extensas sabanas africanas. Y allí que estaba Paco, esta vez teñido del color de los elefantes, hablando de cosas de elefantes, sin mucho interés ni ganas, pero por no molestar ni llamar la atención les seguía la corriente y asentía con su cabecita camaleónica, teñido de color gris terroso.

En otras ocasiones se marchaba a las zonas lacustres con sus rosáceos amigos flamencos. Era el color que más le gustaba, y con buen gusto se teñía de rosa mientras charlaba con estas animadas aves de estiradas patas y alargado pico. Tenía muchas cosas en común con ellos y se pasaba largas horas parloteando, pero llegaba un momento en que se cansaba mientras los flamencos no paraban de hablar y hablar. Paco no se atrevía a decirles que ya estaba cansado de tan cháchara y resignadamente esperaba horas y horas hasta que encontraba algún momento de despiste de las parlanchinas aves y buceando por las aguas pantanosas les daba esquinazo para poder irse de allí.

Algunas veces, pocas, le tocaba ir a ver a sus primas las serpientes. Éstas con sus multicolores marrones, amarillos y verdosos criticaban a Paco por venir a verlas tan poco. Mientras tanto Paco, que sin darse cuenta iba adquiriendo los mismos colores que sus tóxicos familiares, las miraba con su cabecita hacia abajo, sin atreverse a decirles nada ni a contrariarlas. Alguna de ellas le pedían favores y él para agradarlas los hacía sin ninguna gana para no que no se enfadaran. Incómodo y distante, Paco disimulaba su malestar con sus primas hasta que se inventaba alguna excusa para irse y apartarse, sin ser capaz de expresarles el daño que le hacían ni lo molesto que estaba. Cuando se marchaba, ellas, muy dignas, le decían: —a ver si no tardas tanto en volver a visitarnos, y no estaría mal que trajeras algún regalito para complacer a tus primas que tanto te queremos. Mientras se iba alejando de las serpientes, Paco iba recuperando su habitual color verdoso, sintiéndose fatal y pensando en todo lo que le gustaría haberles dicho pero que no había sido capaz.

Paco siempre había querido caer bien, ser apreciado, ser bien visto y tener una buena reputación. No soportaba el enfrentamiento, se ponía muy nervioso y siempre acababa cediendo a la voluntad de los demás. Sin embargo esta manera suya de querer agradar y adaptarse a los deseos ajenos, cambiando de color en cada ocasión, le acababa haciendo daño y pasando factura. Todo el mundo se aprovechaba de él y sin querer se veía siempre haciendo tareas que no deseaba, consintiendo cosas que no quería y quitándose horas de su tiempo para hacer favores a los demás.

Finalmente, cansado de mimetizarse y complacer siempre a los demás, Paco decidió alejarse de todos ellos. Sentía que le hacían daño y que se aprovechaban de él. Estaba cansado de fingir que le interesaban sus conversaciones y que compartía lo que pensaban. Y como nunca se atrevió a expresar lo que verdaderamente quería y pasaba por su cabeza, decidió alejarse de todos ellos para que no le hicieran más daño.

Paco se quedó triste y solo. Sus amigos y familiares no entendían por qué ya no pasaba a verlos, con lo majo que era. Se volvió cada vez más huraño y desconfiado. Cuando se encontraba muy de vez en cuando a sus seres queridos intentaba evitarlos y, si no le quedaba más remedio que hablar con ellos, se mostraba esquivo y distante intentando acabar cuanto antes el encuentro.

Paco no entendía por qué se había convertido en un camaleón tan desdichado y solitario con lo alegre y sociable que era años atrás. Sin darse cuenta, su deseo de agradar y querer llevarse bien con todo el mundo había acabado convirtiéndole en un camaleón en el que no se reconocía. Siempre adaptándose a los demás y él siempre en segundo lugar. Siempre llevándoles la razón a los otros y quitándosela a él mismo. Siempre diciéndoles a todos que sí, sin atreverse nunca a decir que no a nadie. Y al final tanto daño se hizo a sí mismo por no enfrentarse a nadie, que prefirió quedarse solo para no herirse más.


Las reglas del juego


La asertividad

Las personas, en nuestro contacto con los demás, nos comportamos de diferentes maneras sin darnos cuenta de la importancia que tiene ese comportamiento para nuestro bienestar emocional y también para el buen desarrollo de nuestras relaciones y amistades.

Tenemos tres grandes formas de comportarnos socialmente. El comportamiento pasivo, el agresivo y el asertivo. Sólo éste último nos permite enfrentar las situaciones sociales y especialmente las comprometidas de manera eficaz. Aumenta la probabilidad de salir exitoso en muchas de estas situaciones aunque no siempre. Cuando somos asertivos expresamos nuestros objetivos de manera clara pero sin agresividad. Firmes pero amables.

La asertividad, agresividad o pasividad no es una característica innata de nuestro comportamiento, tampoco nuestra personalidad o carácter es agresivo, pasivo o asertivo. Con esto quiero decir que estos comportamientos son aprendidos y que podemos volver a aprenderlos de manera diferente para actuar de manera más eficaz.

También es importante tener en cuenta que ninguna persona se comporta siempre de manera asertiva, agresiva o pasiva, sino que puede tener diferentes formas de comportarse en distintas circunstancias o personas. Así, por ejemplo, una persona con su padre puede ser pasivo, con su pareja agresivo y con los amigos de trabajo asertivo. El problema viene cuando con la mayoría de las relaciones o con relaciones importantes en su vida, tiende a aparecer siempre el estilo pasivo o el agresivo.

Durante algún tiempo la asertividad se confundió con agresividad, con la necesidad de ganar siempre. Nada más lejos de la realidad, la persona que se siente asertiva, no quiere, ni necesita ganar siempre, porque se siente segura de sí misma. Lo que sí suele es exponer, desde el respeto, su punto de vista y sentimientos casi siempre.

En los asuntos que la persona asertiva considera importantes para su bienestar emocional pide claramente lo que desea y aplica las consecuencias oportunas para conseguir sus objetivos, siempre desde el respeto hacia el otro, entendiendo que delante tenemos una persona que tiene sus sentimientos y sus derechos como nosotros. En estas ocasiones, en donde hay una confrontación importante, la persona asertiva se va a poner un poco por encima del otro. Va a ser sanamente egoísta.

Pero la característica principal de las personas que actúan asertivamente es la positividad. Al contrario de lo que podamos pensar, no están continuamente diciéndonos todo lo que no les gusta, lo que quieren y lo que piensan. No son exactamente de esas personas que presumen de sinceras, sin que les importe los efectos de su sinceridad en los otros. Las personas cuando son asertivas principalmente nos dicen cosas positivas, como por ejemplo lo bien que nos vestimos, nos dan amablemente los buenos días, siempre tienen una sonrisa para nosotros, se dan cuenta de nuestro nuevo corte de pelo, o nos hacen pequeños favores siempre que estén a su alcance, etc. Estas son las características más importantes: desprenden positividad, nos encontramos bien junto a ellos, sabemos que no se van a aprovechar ni burlar de nosotros, que podemos contar con ellos. Pero también nos hacen saber que no los vamos a poder manipular ni utilizar para fines en los cuales no estén de acuerdo.


Conclusiones


De tanto cambiar de color, Paco se hizo daño y perdió a sus amigos

Paco se comportaba de una manera tremendamente pasiva. La metáfora del camaleón que adapta su color al entorno para pasar desapercibido es lo que hacen muchas personas cuando actúan pasivamente: adaptarse a los otros, negarse a sí mismas y mimetizarse con los demás para no llamar la atención y no resultar molestos ni sobreexponerse.

Pero ser pasivo siempre, pasa factura. La energía mental que no conseguimos sacar, cuando se quedan renuncias en nuestra garganta, peticiones que no decimos o tratos injustos que permitimos y no enfrentamos, sale siempre con consecuencias negativas para nuestra salud física y mental. A nivel físico este estado psicológico de frustración que genera el ser pasivo puede provocar problemas dermatológicos, digestivos o musculares. No suelen ser problemas graves de salud que pongan en riesgo nuestra vida, pero sí la calidad de la misma. Con respecto a las afectaciones psicológicas los síntomas ansiosos y depresivos suelen ser los más comunes.

Pero además, a nivel conductual, como le pasó a Paco, estas personas suelen alejarse de sus amigos y familiares para que dejen de hacerles daño. Y eso provoca su aislamiento social con todas las consecuencias negativas de falta de reforzadores sociales asociadas. Antes de aislarse utilizan otras estrategias como estar más callados o más ariscos, intentando que los demás se den cuenta de que su comportamiento es inadecuado. Pero los demás no se dan cuenta de nada si no se les dice claramente. Y poco a poco, ante las heridas que van sufriendo, se alejan para no ser más dañados y humillados. Este es el gran drama de las personas pasivas, que intentando agradar y caer bien, se convierten en marionetas en manos de los demás, siendo tratados injustamente, sin que muchas veces los demás sean conscientes de ello.

Sin embargo, siempre se está a tiempo de aprender a ser asertivos, a expresar lo que sentimos y queremos, sin ser bruscos ni maleducados. A defender nuestros derechos y a coger las riendas de nuestra vida. Pero hay que arriesgarse y sobre todo tener una buena orientación psicológica para recorrer este bonito camino que es convertirse en una persona que enfrenta su vida con conductas asertivas.

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