
La violencia contra las
mujeres está fuertemente relacionada con las diferencias de poder, así como con
la necesidad que tienen algunos hombres de controlar a las mujeres. La ideología sexista actúa como eje
fundamental sobre el que se construyen y mantienen las relaciones desiguales
entre hombres y mujeres y lleva a consecuencias negativas para el grupo más
desfavorecido (las mujeres) como es el caso de la violencia de género. Los
cambios experimentados en los roles sociales tradicionales del hombre y la
mujer puede ser una de las causas del aumento de los casos de la violencia de
género, ya que cuando los hombres sexistas sienten que su poder dentro de la
pareja está amenazado, pueden utilizar la violencia como herramienta para
restaurar el poder perdido o amenazado.
Varios estudios realizados por investigadores de la Universidad de Granada
confirman la importancia de factores
ideológicos en la violencia de género, así como el papel que juega
el poder en la relación. En estos estudios participaron mujeres
a las que se les presentó un episodio que describía a una pareja durante una
discusión. A las participantes se les pedía que estimaran la probabilidad de
que esa discusión terminara en el uso de la violencia física por parte del
hombre, así como por la percepción de amenaza que percibiría el hombre del
episodio. Se manipularon tanto el reparto de poder en la pareja (igualdad,
mujer más poder, hombre más poder), como la ideología sexista del hombre
(sexista, no sexista). También se examinó la influencia de la ideología sexista
(hostil y benévola) de las participantes sobre sus respuestas. El estudio se realizó
con participantes mujeres para tratar de entender sus percepciones como
víctimas potenciales de la violencia de género.
Las mujeres participantes creen que, en los conflictos de pareja, el riesgo
de que el hombre use la violencia contra la mujer disminuye cuando existe un reparto de poder igualitario en la pareja y cuando éste es no sexista;
además, las mujeres asumen que los hombres que tienen una ideología sexista, se
verán más amenazados ante el éxito de una mujer en su trabajo y habrá una mayor probabilidad de agresión contra una
mujer exitosa que amenace la estructura de poder tradicional en la relación.
Estos resultados se ven reforzados por el sexismo
benévolo de la mujer (sexismo con
connotación positiva, cuidado y paternalismo hacia la mujer) que predice una
visión positiva de las mujeres, siempre y cuando éstas se mantengan en sus
roles tradicionales, es decir, esposa y madre.
Una de las principales implicaciones del estudio fue la constatación del
efecto que el sexismo benévolo produce en las mujeres. La aceptación por parte
de la mujer del sexismo benévolo puede llevarlas a restringir sus ambiciones
para no enfrentarse a los conflictos con sus parejas románticas. Dicho de otra
forma, las mujeres que creen que sus parejas reaccionarán agresivamente contra
ellas si no se mantienen en los roles tradicionales, eligen sacrificar la igualdad por la seguridad.

El sexismo benévolo puede
ser considerado como una lente que distorsiona la realidad, precisamente por
ese tono positivo que lo caracteriza y que debilita la resistencia de la mujer
ante cualquier situación de desigualdad, discriminación o violencia de la que
es objeto. Este dato resalta la necesidad de estudiar el sexismo entre las
mujeres considerándolo un factor importante que dificulta el cambio social en
los grupos que sufren el prejuicio y la discriminación, haciendo que los
miembros de estos grupos asuman y estén de acuerdo con su situación de
inferioridad.
Los resultados de este trabajo pueden constituir una pieza esencial en la prevención e intervención en el ámbito de la violencia de género, ya que no sólo se ha hecho visible la importancia de
los factores ideológicos en el agresor, sino que también se ha resaltado el
papel que juega la ideología sexista benévola en el caso de las mujeres como
potenciales víctimas.
También se ha podido mostrar la importancia que tiene la desigualdad de poder, presentándose
como una de las principales causas de la violencia de género, por lo que el
camino necesario, pero no suficiente, para reducir este tipo de violencia pasa
por tratar de equilibrar tales
diferencias. Este equilibrio no se puede conseguir trabajando por
separado con los hombres y las mujeres como si de dos grupos enfrentados se
trataran, sino que debe hacerse de manera conjunta, trabajando las dinámicas de poder en la relación de un hombre con una
mujer de manera específica.
Mari Carmen Herrera, Francisca Expósito y Miguel Moya
Universidad de Granada